domingo, 15 de mayo de 2011

LA DAMA DEL LINCE



Isabel Clara Eugenia                                         Catalina Micaela

Felipe II tuvo dos hijas de su tercera esposa la francesa Isabel de Valois. Siguiendo la tradición, a la primera de ellas, que nació el 12 de Agosto de 1566, le pusieron el nombre de Isabel por su madre, Clara por la santa del día y Eugenia por San Eugenio, ante cuyas reliquias traídas de Francia se había postrado la reina en Toledo para pedir que le diera un hijo. El nacimiento de Isabel Clara Eugenia, nueve meses después de este hecho, a pesar de no ser un varón, fue celebrado como si lo fuera, ya habría más oportunidades. 

Poco más de un año después, el 6 de Octubre de 1567, nace la segunda hija a la que llaman Catalina Micaela por su abuela francesa (Catalina de Médicis) y por el  santo más cercano, S. Miguel Arcángel, pero en esta ocasión ya no hubo celebraciones, el rey no oculta su decepción y se marcha de viaje sin esperar siquiera a su bautizo.


En octubre del año siguiente, el aciago 1568, muere Isabel de Valois de un parto prematuro, poco después del fallecimiento en extrañas circunstancias del único heredero varón del rey, Don Carlos (24 de julio), hecho, que por no bien explicado, ha sido la principal fuente de la leyenda negra que ha marcado la historiografía del reinado de Felipe II.

El hecho de que la pintora Sofonisba fuese la única de las damas de Isabel de Valois que permaneció en la corte después de la muerte de la reina, indica que efectivamente gozaba de una situación especial respecto a las niñas. Así, se ha afirmado que Felipe II le llega a pedir que se encargue de una de ellas (A.Campo 1585) poniéndole como condición que debía casarse con un caballero español. Ella declina el ofrecimiento pues prefiere contraer matrimonio con un italiano, no obstante, se ocupa de enseñar a las niñas mientras dura la búsqueda del marido adecuado, que no es tarea fácil, hasta que en 1573, una vez encontrado, se celebra su boda en el Palacio Real de Madrid con el noble siciliano de origen catalán, Fabrizio Moncada.

La partida de Sofonisba en 1573 rumbo a su nuevo hogar en Sicilia va a suponer el fin de quince años de estancia en la corte española, en la que ha creado lazos que se mantendrán por mucho tiempo, y también la separación de las infantas que tienen siete y seis años respectivamente, que no será definitiva ya que volverán a encontrarse en Italia en distintos momentos de su vida.
Diez años más tarde 

En 1583 el Duque Carlos Enmanuel de Saboya pide formalmente la mano de Catalina Micaela, hecho al que, por supuesto, no es ajena la voluntad del rey, Catalina sufre una gran decepción porque considera que la boda con un duque le hace descender de rango.
Carlos Manuel de Saboya por Alonso Sanchez Coello
(Por error se ha venido considerando este retrato como Antonio Pérez, Secretario de Felipe II)

En 1585, en la ciudad de Zaragoza se celebra la boda de Catalina Micaela con el saboyano, en la que el rey deseoso de contentar a su hija no escatima lujos y gastos y dispensa al duque un tratamiento superior a la dignidad que le corresponde, lo que sorprende a los muchos cronistas de la época que escriben sobre el evento. Antes de despedirse el rey ofrece a su hija una bandeja de perlas de las que ella únicamente toma tres, por considerar, dice, que son suficientes para una duquesa. Es probable que se arrepienta pronto de ese mal gesto y en su primera carta le pidiera perdón por el incidente de las perlas, a lo que el rey Felipe le contesta:

“No tenéis de qué pedirme perdón de cuando nos despedimos, porque aunque errarais mucho estabais bien disculpada y yo os lo pagué en la misma moneda porque de vos ni del duque no pude despedirme como quisiera ni deciros algunas cosas que pensaba"
(Carta FII 18 de Junio de 1585, Bouza 1988) 

El 13 de junio de 1585 la pareja ducal había partido del Puerto de Barcelona, la flota, al mando del Almirante Doria, puso rumbo a Niza en donde desembarcaron y siguieron el viaje por tierra. A su paso por las principales ciudades serán recibidos y agasajados con grandes fastos y ceremonias. En Savona se detienen a recibir los honores de la República Genovesa y es aquí donde probablemente se produce el encuentro de Catalina Micaela con su antigua maestra, Sofonisba Anguissola que se ha instalado en Génova tras la muerte de su primer marido y se ha casado de nuevo con Orazio Lomellini, marino genovés al que conoció precisamente en el barco en el que volvía de Sicilia tras quedarse viuda.

En este reencuentro en Savona la pintora inicia un nuevo retrato de la Infanta como Duquesa de Saboya, que enviará posteriormente al rey y que en la actualidad se encuentra en el Museo del Prado. 
Catalina Micaela por Sofonisba Anguissola 1585 Museo del Prado  

El retrato parece querer reproducir el de su madre que pintara Sofonisba veinticinco años antes y que fue la imagen más copiada de la época, entre otros por Rubens y Pantoja de la Cruz. 
Isabel Valois 1561.  Pantoja de la Cruz según Sofonisba Anguissola

Esta no será la única vez que se vean ni el único retrato que la pintora realice de Catalina Micaela pues habrá otros encuentros, probablemente en Turín, y otros retratos, entre los que sin duda merece destacarse por su importancia el conocido  como “la Dama del Armiño” en el que vemos a la Infanta Duquesa hacia mediados de los años 90 en la plenitud de su belleza. El cuadro se encuentra en la galería Pollock House de Glasgow, como obra de El Greco.

Sofonisba Anguissola? La Dama del "lince", Pollock House de Glasgow

Una de las mayores expertas y redescubridora de buena parte de la obra de Sofonisba Anguissola, María Kusche, cuenta que con motivo de la Exposición “Felipe II, un príncipe del Renacimiento” (El Prado, 1999) en la que se exponía este cuadro, le fue encargada por el Museo del Prado una conferencia que se anunciaba como "Dama vestida de armiño de la mano del Greco". Antes de iniciarla, ella avisó a las personas asistentes que estaban a tiempo de irse si lo deseaban porque del cuadro que ella iba a hablar no era el retrato de una "dama desconocida", ya que se trataba de la infanta Catalina Micaela; que "tampoco vestía de armiño", dado que era de lince la piel que viste y que "por supuesto no era una obra de El Greco" sino de la pintora italiana Sofonisba Anguissola.

A lo largo de la conferencia la especialista fue desgranando los argumentos que le habían llevado a atribuir la obra a la pintora Sofonisba Anguissola. En buena parte se basaba en los trabajos de otra especialista en historia de la moda, Carmen Bernis (1918-2001), quien a través de sus estudios llega a tres conclusiones que van a ser fundamentales para la reconsideración de la autoría de la obra:


La primera, que su fecha no está entre 1577 y 1580 como se había venido afirmando sino que es más tardía y debe situarse a mediados de la década de 1590, afirmación basada en el estudio de la moda y del peinado.


La segunda, que el cuadro no puede ser de ningún modo de El Greco, tanto por su estilo como por la fecha, ya que difiere totalmente de la técnica que usa El Greco hacia finales de siglo.


La tercera, que la dama representada es Catalina Micaela (apoyando la opinión ya formulada por Elías Tormo), lo que además refuerza la imposible paternidad de El Greco que no hubiera tenido ocasión de pintarla tras su salida de España en 1585 tras su matrimonio con Carlo Emanuel I de Saboya.


A partir de los estudios de Bernis sabemos que la dama no era doncella pues lleva una toca de mujer casada, que era una prenda habitual entre las mujeres españolas, aunque se trata de una toca de lujo hecha de una tela fina y transparente. El atuendo, que corresponde a la moda española de fines del XVI siempre ha llamado la atención por lo singular, lo que según la experta, se debe a que va vestida de calle, por lo que en lugar de llevar un cuello de rizada lechuguilla, lleva sobre los hombros una especie de capa, llamada "bohemio", forrada de piel de lince que apenas deja ver el traje que viste del que sólo vemos que asoma un puño rizado.


Si nos fijamos en el "bohemio" con piel de lince que lleva el príncipe Don Carlos en el retrato de Sánchez Coello que se encuentra en la Sala 56 del Museo del Prado, nos permite hacernos una idea de cómo sería el que lleva la Duquesa de Saboya en el retrato que comentamos. Según Bernis el bohemio empezó siendo una prenda masculina cuyo uso se extendió posteriormente a las mujeres.
A. Sanchez Coello c.1555 Museo del Prado

Por diversos documentos y sobre todo por sus propios retratos sabemos que Catalina Micaela siguió vistiendo según la moda española después de su matrimonio pues encargaba sus vestidos a España y es su hermana Isabel Clara Eugenia la que se ocupa de enviarle a Saboya lo que pide. En las cuentas reales del año 1592 consta que pedía "ropas, vasquiñas y bohemios" forrados de piel en su parte delantera.

Uno de los elementos que permiten afinar más la fecha de cuadro, según Bernis, es el estilo del peinado, por ser uno de los elementos de la moda femenina que permite datar mejor cambios ya que fue elevándose progresivamente en los últimos años del siglo hasta llegar a formar un copete, como el que luce la infanta Catalina  Micaela en este retrato.

La identidad de la dama en la actualidad, sobre todo a partir de los estudios de Bernis, y su identificación con la Infanta Catalina Micaela Duquesa de Saboya, es un hecho ampliamente aceptado. Los parecidos de sus retratos a pesar de la diferencia de años no dejan lugar a dudas, lo que puede asimismo aplicarse al parecido con su hija Margarita.
        1585   (18 Años)                              1594-97 (27-29 años)  
                Su hija Margarita

Tampoco debe ser ajeno a este parecido el hecho de que las tres imágenes se atribuyan a la mano de la misma pintora. Aunque la cuestión de su autoría es menos pacífica pues a pesar de que para muchos especialistas hay suficientes evidencias para avalar la atribución, no existe consenso en la propuesta de la señora Kusche de considerar los tres retratos obra de Sofonisba Anguissola.

Pero ¿Quién dijo que este cuadro era de El Greco?

Dice el profesor Matías Díaz Padrón que la documentación de un cuadro es el elemento esencial para poder establecer su datación y autoría. En este caso hablamos de un cuadro cuya documentación es escasa y tardía y en el que ciertas afirmaciones hechas en un momento dado, sin base ni fundamento, se fueron imponiendo y manteniendo sin que, hasta fechas relativamente recientes, nadie las hubiera puesto en cuestión.

La primera noticia que se tiene del cuadro es la de que hacia 1836 el marchante madrileño Serafín García de la Huerta lo vende al Barón Taylor para la colección de Louis Phillippe como la "Hija del Greco" y con este nombre se expone por primera vez en la "Galerie Espagnole" de París en 1838. Al disolverse esta colección en 1853 la obra  fue adquirida por el coleccionista W. Stirling Maxwell.

La corriente de recuperación de la obra de El Greco que se inicia a finales del XIX trae consigo la investigación sobre su vida personal, lo que lleva a la convicción de que el pintor no tuvo ninguna hija, por lo que, sin otro fundamento que lo justifique. En 1900, Salvador Sanpere i Miquel (1840-1915) propone identificarla como la mujer del artista, Jerónima de las Cuevas, consideración también infundada que ha llegado a nuestros días.

Álvarez Lopera, máxima autoridad en materia de El Greco, tacha esta identificación de "novelesca" aunque tampoco le convence el hecho de que la retratada pueda ser Catalina Micaela por considerar, dice, que su aspecto es "excesivamente lozano", aludiendo al hecho de que la infanta tuvo nueve hijos lo que según él supondría un gran "desgaste biológico". Francamente, sorprende este "ligero" argumento en un especialista como el Sr. Álvarez Lopera teniendo en cuenta que la infanta se casó con dieciocho años, lo que supone que en el embarazo de su noveno hijo (aunque creo que el retrato puede ser algo anterior) tendría sólo 28 años; además tradicionalmente se ha dicho que el "parir rejuvenece" y los dichos siempre encierran algo de verdad.

En cuanto a su autoría, la atribución al Greco de este retrato ha sido puesta en cuestión desde comienzos del siglo XX por diversos críticos: Aureliano de Beruete, que creía ver en él la mano de Tintoretto; Lafuente Ferrari, que consideró que debía ser del círculo de Sánchez Coello; José Gudiol, o más recientemente Fernando Marías, gran especialista en el Greco.

Álvarez Lopera no cree que la identificación del personaje como la infanta Catalina Micaela tenga una base suficientemente sólida para que pueda ser la clave del cambio de autoría. Cabe achacar a este gran especialista, siempre riguroso en el tratamiento de los datos y la documentación relativa al Greco, una cierta parcialidad al desconsiderar estudios y pruebas de gran consistencia documentadas tanto por Carmen Bernis como por Maria Kusche, para mantener y aferrarse a suposiciones que no tienen más apoyo que una pretendida tradición de que el cuadro se vendió como obra de El Greco.

Considera Álvarez Lopera que el modo de presentación y el aire de intimidad de la retratada no concuerda con los retratos de corte de la época y dice que es "muy significativo que no se haya aducido, como término de comparación, ningún otro retrato del mismo tipo de un miembro de la familia real". A esa afirmación nos unimos a Maria Kusche para responder que en el momento en que se pinta este retrato, ni la infanta formaba parte de la familia real, en sentido estricto, ni la pintora tendría por qué sujetarse a las normas de representación a las que tuvo que atenerse mientras trabajaba en la corte española.

Nos encontramos por tanto ante una pintora, Sofonisba Anguissola, en la madurez de su vida y de su arte pintando con libertad el retrato de una mujer a la que ha visto nacer y crecer y con la que, a buen seguro, le unían lazos más relacionados con el cariño que con la profesión. 
Detalle de la Dama del "Lince"

Quien se resiste, por razones obvias, a modificar una atribución que cada día encuentra más dificultades para mantenerse es la galería propietaria del cuadro, la escocesa Pollock House de Glasgow, que conserva la magnífica colección de pintura española de Sir William Stirling Maxwell. El hecho de exponer "un Greco" hoy por hoy no puede compararse con exponer "un Anguissola".

En cualquier caso la excelencia y originalidad del retrato tal como ha sido considerada desde que se dio a conocer, está fuera de toda duda.