domingo, 10 de abril de 2011

VAN DYCK RECUPERADO

Un lienzo de Antoon van Dyck, pintor flamenco del siglo XVII, ha sido redescubierto, autentificado y restaurado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en cuyo almacén se encontraba desde hace más de un siglo.


Para que un hecho como este tenga lugar ha sido precisa la confluencia de voluntades, trabajo, tiempo, ciencia y conocimiento, medios materiales y humanos y sobre todo la confianza y el tesón de las personas que han superado múltiples dificultades sin dejarse vencer por el desánimo. 

Me conmueve de un modo especial la noticia y me reconcilia con el mundo "oficial" del Arte, ya que son relativamente recientes las noticias de grandes instituciones que han dedicado esfuerzos parecidos pero de signo contrario, que han conducido a la desvalorización de obras maestras y al consiguiente desencanto de las personas que aman el Arte.

La obra recuperada para el gran público es La Virgen y el Niño con los pecadores arrepentidos, cuadro pintado por Van Dyck en Italia en torno al año 1625. 


El cuadro representa a la Virgen María con Jesús en brazos y tres figuras que les miran: una central, femenina, María Magdalena, con ropaje blanco satinado, otra representa al hijo pródigo y la tercera de aspecto “tizianesco”, al rey David, que ante la figura de la Virgen y su hijo muestran el arrepentimiento de sus respectivos pecados: prostitución, prodigalidad y adulterio. El tema, producto del sentimiento religioso y de la importancia que la Contrarreforma católica atribuyó al sacramento de la penitencia (poco frecuente en España pero sí en Flandes), defiende la idea de la Iglesia, no aceptada por los protestantes, de que los pecadores puedan salir del Purgatorio por la redención de sus pecados.

A través del trabajo de documentación, dirigido por el profesor Matías Díaz Padrón, se sabe que el cuadro, pintado en Italia en torno a 1625, perteneció a la colección del Duque de Medina de las Torres, en el virreinato español de Nápoles, después viaja a Amberes y más tarde llega a España, como regalo a Felipe IV que lo manda colocar en la antesacristía del monasterio de El Escorial, en donde estuvo a la vista del público hasta la invasión napoleónica de 1808. Sorprendentemente se salva del sistemático saqueo y un tiempo después el cuadro termina en la Real Academia de Bellas Artes, en donde pasa al almacén, catalogado como copia de Van Dyck, atribuida al pintor Mateo Cerezo, hasta que en 1973, un joven Matías Díaz Padrón, -en la actualidad uno de los mayores especialistas mundiales en pintura flamenca-, empieza a trabajar con la idea de que puede tratarse de una obra del artista de Amberes, atribución que culmina ahora después de años de estudio y tras los minuciosos procesos técnicos de restauración realizados a la obra.

Las restauradoras Silvia Viana, Judith Gasca y Ángeles Solís han realizado el trabajo limpieza y restauración, que ha durado seis meses y cuyo resultado ha sido presentado al público en la Exposición: Ecos de van Dyck, organizada por la Fundación Cajamurcia (patrocinadora de la restauración) y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en el Centro Cultural Las Claras de Murcia y que esperamos ver en Madrid a partir de Junio.


“…primero, observo que es el estilo y la calidad de Van Dyck, algo que puede establecer el ojo humano acostumbrado a investigar y después, está la parte documental, los elementos probatorios, entre los que está quién le regaló la obra a Felipe IV, un descubrimiento fundamental, una suerte tremenda, un puntal que no siempre está ahí, en ese inmenso maremágnum”.
Matías Díaz Padrón


El contexto en que se lleva a cabo la obra. 
Italia 1621-1627

Nacido en 1599, la juventud de van Dyck transcurre en Amberes donde fue alumno, amigo y colaborador de Rubens, del que asimiló la técnica y, en parte el estilo. Como parte de su  formación, en 1621, al igual que muchos pintores flamencos de su época, se traslada a Italia para estudiar la pintura de los grandes maestros, y allí permaneció seis años de estudio y trabajo. 

En Génova es presentado a la flor y nata de la aristocracia y retrata a miembros de las mejores familias genovesas (Spinola, Durazzo, Lomellini, Doria, Brignole, etc.); su inmediato éxito se debe en buena parte a la fama de Rubens, que había vivido y trabajado mucho en Génova y del que van Dyck era visto como un nuevo representante y continuador. Fue en Italia donde creó el estilo refinado y elegante que caracteriza su obra posterior y el tipo de retrato de nobles de gran esbeltez y porte orgulloso que se convirtieron en modelo de muchos artistas de la época y posteriores.

Durante cuatro años fue recorriendo las principales cortes italianas: Génova, Bolonia, Parma, Venecia Mantua, Roma, Florencia, en las que iba realizando dibujos a pluma de las pinturas que estudiaba, la mayoría venecianas, y en especial del pintor que más admiraba, Tiziano, en un cuaderno que se conserva en el British Museum de Londres que se conoce como Taccuino Italiano.

Traslado a Palermo. El encuentro con Sofonisba Anguissola

En abril de 1624 viaja a Palermo invitado por el virrey de Sicilia, Emanuel Filiberto de Saboya, quien aconsejado por su primo Felipe IV rey de España, le encarga la realización de su retrato. Además de retratar al virrey, quien poco tiempo después muere a causa de la epidemia de peste que asoló la ciudad, Van Dyck visita a la anciana pintora Sofonisba Anguissola, de más de 90 años, de quien hace su retrato en el taccuino. Durante el encuentro, la pintora -casi completamente ciega- le da preciosos consejos y advertencias, además de contarle episodios de su vida.


"Mientras le hacía el retrato me dio consejos como que no debía tomar la luz de lo alto pues las sombras endurecen las arrugas de las personas mayores… y muchos otros buenos consejos mientras me contaba episodios de su vida”.
Anton van Dyck

1624 Van Dyck. Retrato de Sofonisba Anguissola a partir del boceto anterior.
Knole the Sackville collection 

Investigaciones recientes permiten afirmar que el artista permaneció en la ciudad de Palermo hasta septiembre de 1625, en donde tiene ocasión de realizar por encargo varias pinturas religiosas con el tema de la Virgen con el Niño y con santos, como La Virgen y el Niño con los pecadores arrepentidos, que nos ocupa, pero en especial va a iniciar su relación con un tema iconográfico que tratará en muchas ocasiones que es el de la ermitaña Santa Rosalía, nombrada patrona de Palermo ya que vivió su retiro en el famoso Monte Pellegrino de esa ciudad, en el que sus restos fueron encontrados precisamente el mismo día, 12 de Julio de 1624, en el que tiene lugar de la visita del pintor a Sofonisba Anguissola. 

En el primer aniversario de este hallazgo le fue encargado a Van Dyck un gran cuadro para el Oratorio del Rosario, lugar en el que se encuentra en la actualidad, y es considerada la pintura religiosa más importante de esta etapa, que contribuyó de modo directo a la definición de la iconografía de la santa, que aparece coronada de rosas, en alusión a su nombre, intercediendo a favor de su ciudad.

Las tonalidades, los brillos nacarados de las telas, el uso de los azules muestran el parentesco entre las pinturas religiosas que realiza en esta época. 

Matías Díaz Padrón opina que sobre la figura de Van Dyck existe una laguna en la historia del Arte que se ha escrito en España sobre la apreciación del pintor; pues considera que Van Dyck ha permanecido al margen de la crítica española a pesar de que su obra fue en España muy admirada y su influencia probablemente superior a la del propio Rubens. Entre otros, su coetáneo Velázquez, le profesa una gran admiración y se encarga de colocar la obra ahora recuperada en la antesacristía del Escorial, según consta en la “Memoria” que escribe en 1656.


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